Creo que alguna vez todos nos hicimos esta pregunta: ¿Por qué andamos en moto? Y uno puede encontrar varias respuestas… en mi caso se remonta a mi niñez cuando por primera vez manejé una moto e inmediatamente ese “maravilloso virus” del motociclismo entró a mi cuerpo para quedarse ahí para siempre. Sencillamente era un hermoso juego manejar una moto a esa edad.
Otras personas arrancaron sobre dos ruedas por necesidad de transporte y luego con el tiempo “se enamoraron” de este maravilloso vehículo. De una forma u otra, la moto siempre genera un vínculo especial con el ser humano que lo maneja.
El hecho de tener que estar coordinando equilibrio con la utilización de casi todos los sentidos hace que una moto nos haga vivir “el poder del ahora”, donde uno solo se concentra en disfrutar ese conjunto de sensaciones casi únicas sobre esas dos ruedas, un motor y un manubrio.
Royal Enfield fue pionera en la historia, fabricando motos desde 1901. Es inevitable que todo ese extenso camino recorrido quede plasmado en cada modelo de la marca. Uno puede verlo en una Classic donde podemos disfrutar de una moto antigua equipada con elementos modernos.
También, la nueva filosofía que las Twins 650 trajeron, con la concepción de una moto moderna con diseño antiguo. Por último la Himalayan, una Trail aventurera que nos garantiza “llegar a cualquier destino por cualquier tipo de camino”.
Royal Enfield tiene un balance muy difícil de lograr, sus motos dan la posibilidad de ser manejadas por diferentes generaciones con el mismo sentimiento. ¿Cómo es esto? Un motociclista veterano puede salir junto a su hijo y también a su nieto, logrando que los tres se sientan cómodos y seguros al compartir un viaje o una escapada.
Un difícil balance de lograr al mezclar lo mejor de la antigüedad con lo mejor de la tecnología moderna, con el detalle más importante, a un costo increíble. En resumen, cada vez que manejo una Royal Enfield, ya sea en asfalto o fuera de ruta, puedo asegurarles que siento el placer de manejar una moto en todos los sentidos.
Escrito por Gato Barbery